Archivo mensual: octubre 2012

Lo que Norwegian Wood o cualquier canción puede devolvernos.

Por: Albert Pacos

 

..»Yo entonces tenía treinta y siete años y me encontraba a bordo de un Boeing 747. El gigantesco avión había iniciado el descenso atravesando unos espesos nubarrones y ahora se disponía a aterrizar en el aeropuerto de Hamburgo. La fría lluvia de noviembre teñía la tierra y hacía que los mecánicos cubiertos con recios impermeables, las banderas que se erguían sobre los bajos edificios del aeropuerto, las vallas que anunciaban los BMW, todo, se asemejara al fondo de una melancólica pintura de la escuela flamenca. «¡Vaya! ¡Otra vez en Alemania!», pensé.

 Tras completarse el aterrizaje, se apagaron las señales de «prohibido fumar» y por los altavoces del techo empezó a sonar una música ambiental. Era una interpretación ramplona de Norwegian Wood de los Beatles. La melodía me conmovió, como siempre. No. En realidad, me turbó; me produjo una emoción mucho más violenta que de costumbre.

 Para que no me estallara la cabeza, me encorvé, me cubrí la cara con las manos y permanecí inmóvil. Al poco se acercó a mí una azafata alemana y me preguntó si me encontraba mal. Le respondí que no, que se trataba de un ligero mareo.

– ¿Seguro que está usted bien?

– Sí, gracias – dije.

 La azafata me sonrió y se fue. La música cambió a una melodía de Billy Joel. Alcé la cabeza, contemplé las nubes oscuras que cubrían el Mar del Norte, pensé en la infinidad de cosas que había perdido en el curso de mi vida. Pensé en el tiempo perdido, en las personas que habían muerto, en las que me habían abandonado, en los sentimientos que jamás volverían.

 Seguí pensando en aquel prado hasta que el avión se detuvo y los pasajeros se desabrocharon los cinturones y empezaron a sacar sus bolsas y chaquetas de los portaequipajes. Olí la hierba, sentí el viento en la piel, oí el canto de los pájaros. Corría el otoño de 1969, y yo estaba a punto de cumplir veinte años.

 Volvió a acercarse la misma azafata de antes, que se sentó a mi lado y me preguntó si me encontraba mejor.

– Estoy bien, gracias. De pronto me he sentido triste. Es sólo eso – dije, y sonreí.

– También a mí me sucede a veces. Le comprendo muy bien -contestó ella. Irguió la cabeza, se levantó del asiento y me regaló una sonrisa resplandeciente-. Le deseo un buen viaje. Auf Wiedersehen!

– Auf Wiedersehen! – repetí”……………..

Fragmento de “Tokio Blues”

Este es el comienzo de Tokio Blues, la maravillosa novela de Murakami, la única tal vez que posee un realismo despiadado. Si los primeros párrafos del libro no conmueven al lector, debe dejarlo e ir por otro. Esta novela es un viaje a lo que alguna vez vivimos o a lo que alguna vez soñamos vivir, para que eso luego de algunos cuantos años sea una cicatriz que active nuestra nostalgia.

Toru Watanabe después de casi veinte años, gracias a la canción Norwegian Wood de The Beatles, se transporta al Tokio de finales del sesenta, en su etapa universitaria y donde su joven vida esta en busca de varias explicaciones que giran en torno a la vastedad del amor, el suicidio, el comportamiento de las personas que lo rodean y dos muchachas, Midori y Naoko, que disputan su conciencia. Parece una novela simple y lo es, los temas no son diferentes a los que se puedan contar en contextos similares, lo que es realmente inigualable en esta novela es la capacidad de su autor, Murakami despliega una narrativa brutal, dueña de un realismo extremo, con recursos que le son propios, porque solo él puede dibujar esa perfecta escenografía que atrapa al lector y lo hace cómplice hasta la ultima pagina.

Su personaje principal Toru Watanabe atrapa con su paciencia y madurez, es quien nos lleva de paseo por toda la novela, en ningún momento deja de ser el artífice de la narrativa, su simpleza y humanidad se apoderan de la historia y la convierten en vida plena.

Midori y Naoko, las protagonistas femeninas, poseen personalidades antagónicas pero con una misma esencia. Midori es inquieta, intensa, ocurrente y siempre alegre; a pesar de su historia familiar vive sin condicionamientos y siempre consigue distraer y divertir a Toru sacándolo de la realidad.  Naoko, por el contrario, es una joven emocionalmente inestable, débil y delicada, condiciones que la sumergen en un constante sufrimiento. Toru quiere tener a Naoko entre sus brazos y liberarla de su vulnerabilidad. La relación que el protagonista lleva adelante con ambas muchachas están reflejadas de manera magistral en los diálogos que comparten, Murakami (maestro del dialogo) en este libro desarrolla conversaciones únicas y esenciales para que la novela sea atrapante.

El flashback presente en el desarrollo de la narración le otorga a la historia una mirada retrospectiva llenándola de emociones y nostalgia. Los personajes secundarios no son menos interesantes, sus historias se amalgaman de manera cuidadosa a la historia central y en algunos casos adquieren un papel fundamental y relevante.

Tokio Blues es un viaje a viejas sensaciones.

¡A disfrutar de la nostalgia!.

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– TOKIO BLUES, HARUKI MURAKAMI, TUSQUETS EDITORES, 2005

 

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Que

 

¿Que sonidos

perdieron fuerzas?.

¿Que misterios

quedaron olvidados?.

¿Que alegrías

terminaron solas?.

¿Que pasiones

enfriaron corazones?.

¿Que penurias

fueron abandonadas?.

¿Que viento,

que sol,

que tu,

que yo,

hemos dejado en el camino?.

 

Albert Pacos

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